"Nada te turbe nada te espante, todo se pasa Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta".
Santa Teresa de Jesús.

lunes, 23 de agosto de 2010

4 de junio de 2010 /// De Trabadelo a O Cebreiro (de Castilla y León a Galicia)



Son las ocho y cuarto de la mañana.
Estoy en el bar del albergue desayunando, comentando sobre el Camino con unas inglesas y preparando la etapa de hoy, la cuarta, hasta O Cebreiro.
Pasaré de Castilla y León a Galicia.
¡¡Buen Camino!!.





"Cuando estés particularmente enfadado y furioso, recuerda que la vida humana no dura más que un momento".- Mar Aurel.
















































He caminado unas dos horas y media, con paradas para ver algunas iglesias como las de La Portela, Ambasmestas, Vega de Valcarce.
Hoy se nota mucha más gente.
Por aquí los paisanos falan galego.
He coincidido con Isabel, la chica de Villafranca, y con las dos inglesas del desayuno de esta mañana en Trabadelo.

Ahora, son las doce menos cuarto y he parado en Las Herrerías.
En la terraza de un bar aprovecho a reponer fuerzas.
Coincido con dos chicas de Burgos y una de Zaragoza, que reconoce la cinta de la Virgen del Pilar que llevo en la mochila.






"Ayer es historia, mañana es todavía un secreto, el presente es un regalo".







Menos mal que he comido algo porque a partir de Herrerías comienza la subida, la dura subida hasta O Cebreiro. Un rato por carretera y luego una subida empinada y endiablada por caminos.
¡Qué duro!. ¡Durísimo!. El Camino discurre entre árboles, sorteando las piedras del suelo, un paraje precioso pero que hay que hacer poco a poco, sin prisa, parándose a escuchar el silencio.




"No son las experiencias las que te impregnan, sino lo que tú hagas de ellas".



Este es el sonido y la imagen de la subida a O Cebreiro...





Y al llegar a La Faba, una parada para comprar agua y comer algo del cholocate que compré en Cacabelos.





Y continúo subiendo.
Sigo siendo duro el Camino pero a pesar del dolor en los pies, en las piernas, algo me hace seguir adelante... Nunca me ví en una tan dura y nunca pensé que pudiera caminar en esas circunstancias y por un camino tan duro. Y sigo subiendo.







Llego a La Laguna, aún queda por caminar. Compro un aquarius que bebo sin sentirlo por todo lo sudado en la subida. Me como un plátano, cojo agua y sigo mi Camino, sigo subiendo, hacer calor.








Ayer en Trabadelo, el Salmo que recitaba el cura decía "Señor, enséñame tus caminos". Y hoy, sin duda, me ha enseñado uno de ellos.



Todo pesa, todo duele, y sigo; sigo a pesar de todo, me recupero de una forma milagrosa y con fuerza, con bueno paso llego a O Cebreiro.
¡¡ Por fin !!. ¡¡ Llegué !!.






Estoy a 1296 metros de altura. Son las tres de la tarde.
El albergue de peregrinos está lleno.






Pregunto en uno y otro sitio y todo está completo. Hay mucha gente en el pueblo.
Al final encuentro una habitación en Casa Carolo. Son 35€ pero es una habitación doble y el baño solo se comparte con tres habitaciones. Recomendable.
Me dice la dueña que al ser festivo ayer en Madrid hay mucha gente de puente y se ha notado en las reservas. Me ofrece de comer, pero le digo que sólo necesito descansar. Llevo desde las nueve de la mañana caminando.





A las cinco despierto de la siesta, una ducha y como nuevo. Paseo por el pueblo, compro algunos pins para la mochila.




















A las ocho de la tarde voy a misa en la iglesia de O Cebreiro, enciendo una vela y agradezco haber llegado hasta aquí. Sólo quien ha hecho esta estapa entenderá lo que siento. Y nunca deberías hacer el camino hacer la subida de O Cebreiro.














La leyenda del Santo Grial en O Cebreiro y que forma parte del escudo de Galicia.
«Aconteció, allá por el año 1300, que un cura de la parroquia empezó a pensar cómo era posible que la santísima hostia y el vino de misar pudieran convertirse en carne y sangre de Jesús Dios al tiempo de la consagración, cumplida simplemente por un hombre mortal y pecador como era él. La duda mordía con frecuencia el corazón del sacerdote; la duda amargaba las horas solitarias de sus noches de insomnio. -¡Oh, Dios!-murmuraba el cura afligido-. La fe se debilita en mí. Mi ser se enflaquece y mi cerebro estalla, pero no veo claro este misterio. ¿Unas leves cruces trazadas en el aire por mi mano y unas pocas palabras murmuradas por mi boca, no siempre limpia y pura, cómo pueden hacer tal milagro?.
Había un vecino de la parroquia que vivía a una media legua de Piedrafita y era tan devoto de la santa misa, que por ninguna cosa, ni aun por tormentas o nevadas más fuertes, dejaba de acercarse allí para oír su misa. Un domingo estaba el cura celebrando el santo sacrificio. Nadie más estaba en la iglesia, porque la turbulenta cellista de aquél día era tal, que causaba pavor. Tenía ya consagrada la hostia y el cáliz cuando oyó el ruído de alguien que entró apresuradamente en la iglesia.
El sacerdote lo miró con sorpresa y, asombrado, murmuró: "¡Pobre hombre, venir con este tiempo de tan lejos, fatigosamente y exponiéndose a morir en el camino, sólo para postrarse ante un poco e pan y vino!". Pero entonces sintió un estremecimiento extraño. Miró para la patena y vio, horrorizado, como la blanca rodajita de blanco pan enrojecía, convirtiéndose en sangrante carne que parecía recién cortada de un cuerpo vivo; y el vino del cáliz se espesaba, adquiriendo un tono más bermejo, y olía a sangre. El mísero cura cayó de rodillas al pie del altar y luego se desplomó sobre las gradas, desvanecido. El hombre que había llegado en aquel momento corrió hacia el altar y trató de incorporar al sacerdote. Estaba muerto».



Tiene su encanto paser por aquí.









Hora de cenar.



Y un paseo antes de dormir. Apenas encuentro peregrinos, porque todos duermen ya. Silencio en las alturas. La noche cae. Satisfacción por haber subido hasta O Cebreiro. Y seguimos adelante, pregrino, adelante.





"Afronta tu camino con coraje, no tengas miedo de las críticas de los demás. Y, sobre todo, no te dejes paralizar por tus propias críticas".- Paulo Coelho.

1 comentario:

  1. "La leve tribulación del momento nos produce, sobre toda medida, un peso eterno de gloria" (San Pablo).

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